A los bautizados, el sacramento de la Confirmación nos une más íntimamente a la Iglesia y nos enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma quedamos ligados aún más, como auténticos testigos de Cristo, a la misión de extender y defender la fe con palabras y obras.
Para mejor significar el don del Espíritu Santo, se realizó en la Iglesia la imposición de las manos y la unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el nombre de «cristiano» que significa «ungido» y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que «Dios ungió con el Espíritu Santo» (Hch 10,38). En Occidente, el nombre de «Confirmación» sugiere que este sacramento al mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.